
Ya he hablado de José A. Blanco Sales, el tipo que durante la lucha contra Batista delató a mi madre, pero que después de 1959 fue premiado, extrañamente, con el discutible mérito de ser uno de los tantos esbirros interrogadores del G-2 castrista.
Parece que tuvo éxito quebrando voluntades, porque llegó a ser Teniente Coronel de la Seguridad del Estado y murió rodeado de todas las ventajas que eso implica.
En pocas palabras: fue un esbirro de éxito.
Una de las fuentes de ese éxito fue lo que durante mucho tiempo se conoció, en las mazmorras castristas, como la muela de Lingote.
Un discurso que partió del hecho, ya hoy bien conocido, de que el enfrentamiento inicial, contra los bandidos de la Sierra Maestra, atrajo a un grupo muy heterogéneo de luchadores cubanos.
Coincidieron antiguos esbirros batistianos, militares de Batista que nunca le tocaron un pelo a nadie…
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